EL LARGO CAMINO DE MO FARAH

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Cuando Mo Farah se proclamó vencedor en la final de los 10.000 metros en Londres 2012, podría haber sido la cima de una gran historia de éxito. Cuando solo faltaban tres vueltas para acabar, el corredor de fondo puso en marcha su sprint final característico, lo que supuso el oro para Gran Bretaña, antes de ir a abrazar a su joven hija, Rhianna, y a su mujer, Tania, embarazada.

Sin embargo, en línea con lo que acabaría siendo el estilo particular de Farah, esto no fue todo. El corredor volvió al estadio una semana después para competir en la final de los 5.000 metros. Cuando se disponía a tomar la salida, Tania se disponía a dar a luz a gemelos. Para Farah, un oro no bastaba, dos bebés suponían dos medallas. La carrera empezó y Farah procedió a distanciarse de sus oponentes cuando se acercaban, en lo que se sigue considerando una  muestra excepcional de táctica. Con  otro experto sprint final, Farah se aseguró el primer lugar.

Mientras su rostro cambiaba para expresar alegría y sorpresa, Farah extendió sus brazos, abrazando tanto la victoria como el enorme clamor de apoyo de su hinchada local, que ondeaban la Union Jack mientras bailaban el baile característico de Farah, “Mobot”. “El apoyo que recibí fue enorme”, recuerda. “Aquel momento fue lo mejor que me ha pasado. Cambió toda mi vida. Ganar significó mucho. Y 75.000 personas gritando tu nombre y animándote es lo mejor que te puede pasar”.

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Farah entiende el poder de aquello que va de dos en dos: pares, binarios, dualidades. Farah, también gemelo, nació tan sólo unos minutos después que su hermano, Hassan, en 1983 en Mogadiscio, Somalia. Cuando los niños tenían ocho años, la familia se disponía a mudarse a Londres, donde el padre vivía y trabajaba, pero Hassan enfermó y no puedo viajar. La familia se vio obligada a dejar a Hassan, a quien volvieron a buscar unos meses después para encontrarse que había tenido que ser evacuado junto con otros parientes a una ubicación desconocida en medio del inicio de la Guerra Civil Somalí. Los Farah tuvieron que volver a Londres sin Hassan.

Esta separación marcó de manera significativa la educación de Farah en su poco familiar hogar. Haciendo referencia a un vínculo casi telepático con su gemelo, el atleta recuerda que había momentos en que podía sentir el estado físico o emocional de su hermano. Farah se vio obligado a conciliar la dura conciencia de la falta de su compañero con la adaptación a un nuevo país, al que había llegado sin ninguna noción de su lengua. Su primo le enseñó algunas frases, como “Excuse me(perdón),” “Where is the toilet? (¿dónde está el baño?)” y “Come on, then!(¡venga!)”, pero las interacciones diarias continuaban siendo problemáticas, y ocasionalmente acababan en peleas en el patio de la escuela o le dejaban asustado, aislado y frustrado.

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Buscando el consuelo en el fútbol, Farah se unió a un club local, aunque afirma que “nunca fue lo suyo” y simplemente prefería correr con la pelota. De hecho, fue esta desviación lo que llamó la atención al profesor de educación física de Farah, quien se fijó en la manera de correr de Farah, sin esfuerzo. Mientras Farah se esforzaba por sentirse aceptado entre sus compañeros de clase y por hacerse un sitio en su nueva comunidad, el profesor le ofreció el objetivo y el apoyo que Farah estaba buscando, y le animó a apuntarse a un club local de atletismo a la edad de 11 años, para asegurarse de que se le estimulara de forma apropiada.

“No creo que hubiera llegado donde estoy sin el apoyo que recibí de joven, pero llega un momento en que hay que ser capaz de hacer lo correcto”, confirma Farah. “Cuando corres, nadie te cubre: si tienes mal día, buen día, no hay manera de esconderse, y a veces resulta muy difícil. Tu equipo puede hacer por ti todo lo que quiera, pero eres tú quien tiene que ir y correr alrededor de la pista y hacerlo bien. El entrenador está ahí para guiarte, pero no para llevarte de la mano”.

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En 1997, Farah ganó su primera carrera importante: un campeonato escolar de campo a través en Inglaterra, seguido de varios títulos más, que acabaron por hacerle un sitio en el Campeonato de Europa Júnior de Atletismo de 2001 en los 5.000 metros, donde ganó el oro. Fue durante este fructífero período que Farah visitó Florida para un campamento de entrenamiento y empezó a entender el potencial de su deporte: cada victoria podía ayudar a llevarle más allá de los confines de su ciudad, cada victoria podía acercarle un poco más a Hassan.

Para ganarse la vida mientras continuaba con entrenadores de primera clase y compitiendo en el nivel sénior, Farah trabajó en restaurantes de comida rápida y como dependiente en una tienda de deportes. Finalmente, en 2003, había conseguido ahorrar suficiente dinero para ir a Somalia y buscar a su hermano. Ese encuentro fue, según Farah, “el mejor sentimiento posible”. Aunque los gemelos habían llevado vidas totalmente diferentes, se reconocieron al instante; al escuchar a Hassan por primera vez en más de diez años, Farah se sintió como si se oyera a sí mismo.

El reencuentro con su hermano devolvió la pieza que faltaba al espíritu de Farah, quien volvió a Londres y poco después empezó de verdad su carrera como atleta. En 2005, al que él llama su “año de cambios”, Farah entró a vivir en una casa con corredores de fondo de Kenya, lo que cambió sus perspectivas  de forma radical. “Nunca había trabajado tanto de niño”, explica Farah, “cuando vi a los chicos de Kenya, se me abrieron los ojos, porque pensé, ‘si estos son con los que tengo que competir, tengo que trabajar duro’. Desde 2005, me metí de lleno y desde entonces todo ha sido comer-dormir-entrenar.”

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A medida que fue aumentando la intensidad del entrenamiento de Farah, también lo hicieron sus progresos. En 2006, ganó el oro en el Campeonato Europeo de Campo a Través y bajó su récord personal de 13:30.53 a 13:09.40. Sin embargo, justo cuando empezaba a experimentar el éxito excepcional, Farah saboreó la cara amarga de la competición de élite: la decepción devastadora. En 2008, después de clasificarse para los 5.000 metros en Beijing, no pasó a la final.

Con total determinación, Farah vio esta pérdida como una señal: el talento natural y el trabajo duro le habían llevado lejos, pero tenía que diversificar y centrarse. “Nadie sabe realmente quién acaba quinto, pero en cambio serán capaces de decirte quién acaba primero”, explica. Así, Farah empezó a entrenar mejor, en vez de más duro, mediante un enfoque decidido y variado que consistía en menos kilómetros y un calendario escalonado orientado a la competición.

Esta estrategia, que también incluía la introducción de entrenamiento en altura, hoy sigue acompañando a Farah. “Yo solía pensar que correr era simplemente correr, pero a medida que se llega a un nivel más alto se trata de hacer pesas, hacer lo fundamental, correr a diferentes velocidades”, comenta. “Mi ejercicio favorito consiste en trabajar la velocidad. Me encanta ser capaz de esprintar”.

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