Suena el despertador. Son las 5.30 de la mañana. Me levanto rápido y desayuno mis cereales con yogurt. No estoy nervioso, pero sí concentrado. A las 7.30 llego a Barcelona. Algunos atletas populares se me acercan y me desean suerte. Pistoletazo de salida y empezamos a correr. Voy cómodo y empujando a las liebres que a ratos van un poco lentas. Medio maratón: 1.06.45, un poco más lento de lo previsto. Sigo con muchas ganas pidiendo más ritmo a las liebres. Kilómetro 25: me encuentro fenomenal. Voy a más y aumento la velocidad: ¡Lo conseguiré! Km. 33: empiezo a sentir calambres en las dos piernas. Se me contracturan los gemelos y los isquiotibiales, pero sigo adelante con la tristeza de saber que mi objetivo se escapa. Km 38: una rampa muy fuerte me convierte el isquiotibial en una pelota. Un dolor indescriptible me sube por todo el cuerpo y me destroza el alma. Me paro. Intento llorar y no puedo. Grito de dolor, pero sobre todo, de desesperación y rabia. Tanto sacrificio e ilusiones que se desvanecen de golpe. Tras unos estiramientos reanudo la marcha sufriendo. Fernando, mi entrenador, me dice que pare, que no me juegue una lesión importante. Lo siento, pero estoy en casa y no puedo defraudar a la gente. | Km 42,195: Llego. Hundido muscularmente y vencido mentalmente. Intentando acelerar en los últimos metros, dos calambres enormes recorren mis muslos y en la meta me dejo caer. 2.16.31, marca personal pero muy lejos de mi objetivo. Aunque quiera, no puedo estar triste: el maratón me ha derrotado; no he conseguido mi objetivo de bajar de 2 horas y 13 minutos y tampoco he ganado la carrera, pero no puedo estar triste. He visto a mi familia y amigos corriendo como locos, chillando a pleno pulmón para darme su fuerza. He visto llorar de emoción a mi madre, orgullosa de su hijo. He podido abrazar a mi mujer al cruzar la línea de meta y he visto las caras de admiración sincera de muchas personas anónimas. La soledad del corredor de fondo se convierte en felicidad al sentirme rodeado de tanta gente. Sin ellos, todo este sacrificio no serviría para nada. Sin ellos, yo no sería. Gracias.